Prisión permanente revisable con solo 22 años por asesinar a Isaac López: "Su reinserción es dudosa"

El 15 de noviembre se dio a conocer la sentencia de la Audiencia Provincial de Madrid contra David Bárcena, asesino confeso de Isaac López. Bárcena se convirtió en la persona más joven condenada en España a prisión permanente revisable por un delito de asesinato con la agravante de pertenencia a organización criminal, ya que pertenecía a la banda latina Dominican Don’t Play. Se trata de la segunda condena de prisión permanente revisable contra una banda latina. La primera se le impuso a un miembro de los Trinitarios.

La mente adolescente no está habituada a situaciones extremas que requieren un razonamiento y una madurez para responder de la mejor manera posible. Aunque posiblemente, el de Bárcena no sea el caso, ya que era una persona “muy conflictiva” que había sido identificado por muchas agresiones e incidentes vinculados con bandas juveniles.

Isaac López.

Lo que posiblemente desconocía Bárcena, de 18 años cuando cometió el crimen, era el sufrimiento al que se iban enfrentar tanto sus familiares como los del joven asesinado, ya que para los progenitores saber que un hijo ha acabado con la vida de alguien es un algo muy doloroso y difícil de encajar. Para analizar esta situación, elcierredigital.com ha contactado con el psicólogo Jorge López-Vallejo.

"Es importante analizar las motivaciones del asesino"

El psicólogo explica que “en estos casos es importante observar qué efecto va a tener este tipo de condena, tanto sobre la persona como sobre la familia y sobre la sociedad. Es dudoso que se pueda conseguir una reinserción del condenado, ya que si reúne rasgos psicóticos, maquiavélicos o narcisistas de la personalidad puede convertirse en una persona aún más problemática de lo que ya era. En estos casos la prisión produce un mayor desarrollo de estos rasgos”. 

Para las familias, en opinión de Vallejo "lo primordial es la ayuda terapéutica, ya que tanto la familia de la víctima como la del culpable pasan por diferentes fases. La primera es una fase de shock, que se suele mantener durante mucho tiempo. Posteriormente entran en una fase de trauma, donde se suele desarrollar un trastorno de estrés postraumático si no se interviene debidamente. A esto se le une el duelo de ambas familias, siendo aún peor el duelo al que tienen que enfrentarse los padres que ven a su hijo en la cárcel”. 

Jorge López-Vallejo.

“Sin embargo, las emociones como el miedo, la ira, el dolor y la culpa son similares en ambas familias, aunque se afronten desde un punto de vista diferente. La importancia de esta ayuda terapéutica es prevenir un gran deterioro emocional y rasgos de psicopatologías graves en los progenitores. Estas patologías van desde el aislamiento social hasta la depresión, pasando por problemas paranoicos. Los padres de la persona fallecida pueden llegar a desarrollar manías persecutorias”, añade Jorge López-Vallejo.

También es importante conocer si cabe la posibilidad de que se lleguen a superar este tipo de situaciones por parte de ambas familias, ya que el duelo al que se enfrentan es muy extenso y complicado. Respecto a esto Vallejo explica que “la fase de aceptación aparece cuando tratan de aprender a vivir con ello. La pérdida de un hijo nunca se supera, la clave está en llegar a una fase de eliminación de las culpas, sobre todo por parte de los progenitores del asesino”.

“Este hecho tiene un impacto social muy relevante, ya que el odio ha sido uno de los impulsores del delito. Este tipo de situaciones se debe aprovechar para analizar qué le motiva al asesino como para llegar a un acto tan extremo. Los padres necesitan saber que esto socialmente se puede resolver. El origen de todo esto está en el movimiento sectario de las bandas latinas. En este caso la cárcel ni va a sanar ni va a rehabilitar, pero tranquiliza a determinada parte de la sociedad. Una persona que ha llegado a realizar un acto tan extremo y deliberado no verá la pena como un castigo. Cuando salga, la probabilidad de que vuelva a delinquir es muy alta”, concluye Jorge López-Vallejo.